sábado, 1 de noviembre de 2008
Un brujo del pincel en la noche de brujas
La noche de brujas de 2008, un brujo del pincel reposaba inrespirante rodeado de amigos, colegas y hasta curiosos; Cundo Bermudez había hechizado por última vez, tras casi un siglo de vida a una ciudad entera, a la comunidad artística en particular, para asistir a una despedida singular. Unas cuadras más al este, se celebraba el arte en una feria callejera; el Viernes cultural, mensualmente desplegado a lo largo de una media milla sobre la calle ocho, arteria de La Pequeña Habana, tuvo esa noche un tinte especial por ser noche de Halloween; quizás Cundo anduvo por allí y su espectro se confundió entre tanto disfraz o ya no limitado por una dimensión física estuviera también en la gran Habana que tanto pintó junto a Portocarrero, Amelia, Mijares, Mariano; toda una generación compartiendo vitarles, colores tropicales, frutos, gallos, carnavales y otros sentimentos comunes en sus lienzos y cartulinas.