Hace unos dias en un programa de televisión local se trataba sobre las consecuencias de la guerra fuera del escenario bélico; me refiero a las familias dejadas atrás sufriendo la ausencia del ser querido en peligro constante de ser abatido por el contrincante o de sufrir cualquiera de los accidentes de todo tipo contemplados en el marco de este tipo de conflictos; también se habló de el trauma de aquellos quienes regresan aún físicamente intactos; existe una denominación para ese trauma de los soldados y especialistas en tal desorden psicológico a veces con visos psiquátricos; se evidencia en todos esto un sentimiento devastador: la angustia. Angustia de la esposa jóven a veces con un hijo pequeño o por nacer, de los padres temiendo sobrevivir a su hijo o hija, del hermano, del amigo… a esto se agrega el desamparo ante una situación única pues aunque se repita en millares de casos cada uno lo sufre de manera personal y neurálgica aún los miembros de una misma familia… el gobierno del país que envía a sus ciudadanos a la guerra conoce estas cosas pues tiene experiencia en ello pero no le importa; quiere cumplir un objetivo enraizado en el objetivo de la clase dominante adonde se insertan los políticos, supuestos servidores público, elegidos para administrar no mal repartir los bienes de la nación pero al servicio real y cínico de los intereses de un grupo favorecido en cualquier circunstancia incluida la muerte de miles y el deterioro de tantas familias.
Siendo más concreto y hablando del sinsentido de la guerra, quizás haya algunas más sinsentido que otras; cruzándose balas y detonando explosivos en un porcentaje apreciable del mundo quizás las dos guerras más conocidas por estos dias sean las llevadas por Estados Unidos en Afghanistán e Irak; la primera de más duración comenzó con la justificación de los ataques a las torres gemelas atribuido al grupo terrorista Al Quaida y al fantasma Bin Laden escondido; según la prensa (pues por otra fuente no nos llega) en las montañas del norte del país o quizás ya haya cruzado la frontera; una guerra que comenzó para aniqular a un grupo de origen árabe establecido en Kabul donde impuso la más estricta ley musulmana, abominable para los occidentales… la guerra dura ya ocho años y el presidente de ese país, recientemente re-elegido es un embajador en su propio territorio sin voz ni voto para parar la guerra, su colega norteamericano, quiere dar una conclusión digna a esta saga del Medio Oriente comenzada por su predecedor y hace sus movimientos para opacar la retirada “in fade” de Irak; la prensa ya no se interesa tanto de ese país cuyo antagonismo entre chiitas y sunitas se complicó con la presencia de soldados extranjeros vistos como invasores; se terminó una era con la caida de Hussein pero la siguiente, aún en desarrollo, es tan o más sangrienta y definitivamente más caótica y esos jóvenes militares, enlistados en el ejército a veces con engaños son testigos de ese apocalipsis y se ven matando civiles, incluyendo niños de la edad de algún hermanito dejado en casa y saben al final que no están defendiendo nada, que es mentira que la seguridad de su país y en consecuencia de su familia dependa de esas masacres, que Hussein no tenía armas de destrucción masiva escondidas ni vínculos con Al Quaida y que su dictadura era asunto de lo iraquíes y aún si son enviados Afghanistán, a la guarida de quienes supuestamente osaron victimizar a cientos de norteamericanos en un ataque atroz, eso cocurrió cuando ese soldado era un niño y desde el principio todo estuvo mal porque todo se hizo exacervando el sentimiento de venganza y ante la guerra es la fomentación de la paz le mejor respuesta; el jóven soldado norteamericano es enviado al campo de batalla por una razón ni siquiera errónea sino diferente a la recitada en su juramento de iniciación, su sacrificio está fomentado en el engaño y cuando lo descubre se cuestiona la capacidad de discernimiento y todo se hace muy confuso.
Hay variantes de guerreros, unos tienen sus ideales, asi sean equivocados desde nuestro punto de vista y si matan o mueren no tendrán cargos de conciencia; otros, sin escrúpulos, lleven el uniforme que lleven hacen su modus vivendi en la selva, son mercenarios porque luchan por su diario vivir; por su comida y abrigo; sus valores rondan alrededor de la muerte de otros, de las pertenencias de otros que saquea; esos tampoco tendrán nunca cargos de conciencia pero merecedores de una gran lástima porque son el producto de una sociedad corrompida, la de siempre; pero quizás siglos atrás, cuando no se habian proclamado los Derechos del Hombre, cuando cada rey o lider tribal tomaba lo que quería se podría pensar en la inconciencia de la sociedad adolescente; pero ya en la madurez cuanto tanto se ha hablado de lo detestable de la guerra, de la igualdad derechos, de la tolerancia, el tomar un arma en contra de otro, el hacer la guerra conociendo sus consecuencias y la imposibilidad de una victoria porque todos perdemos son actos verdaderamente incoherentes y los gobiernos que los promueven tristemente detestables.
Sería hermoso el día cuando en las barracas todos decidieran no levantarse y no ir a matar; pero mis palabras, ni las de nadie, servirán para levantar tal conciencia porque el mecanismo para promover lo contrario es más eficaz y lo tienen aquellos a quienes conviene toda esa muerte, todo esa confusión... en veedad os digo: nada de esto puede conducir a nada bueno para nadie.
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