El primer texto de este blog se publicó el 19 de enero de 2008.

jueves, 24 de enero de 2008

El Escita

Te acompaño como todos pero soy uno de los elegidos, quizás el más elegido pues te
acompañé siempre no sólo ahora cuando eres un relleno de plantas olorosas… nunca te imaginé asi, camino de Arhjaktubth; nunca pensé perder el respeto ante ese muñeco bamboleante encima de la carreta el cual no me recuerda tu brazo tan temido por los persas… ¿recuerdas cuantos cueros cabelludos reunimos en una sola batalla?… ¡suficientes para cubrir nuestros orgullosos hombros!… y juntos compartimos la sangre de tu primer contrincante que trituramos con regocijo.
… tu final no era predecible a no ser por los sabios oráculos de aquella tierra lejana, el mio lo es ahora; dejaré de respirar para seguir a tu lado… seré empalado y colocado encima de un caballo el cual compartirá el sacrificio junto a otras bestias y jinetes… todo te lo mereces como gran rey guerrero.
Cuando eres elegido no puedes eludirlo, los dioses eligieron a nuestros reyes… eligieron a los cíclopes para entregarnos el oro arrebatado a los grifos allá en el oriente y todo es como tiene que ser.
Acercándome al final recuerdo haberme enfrentado sólo una vez contigo y fue por aquél griego… su vida me costó una de mis mujeres, una de mis mejores mujeres, lo humillabas cambiando su miserable existencia por la de una mujer; pero él lo aceptó… creo que apreciaba mucho su vida a costa de cualquier cosa … asi son esos griegos, apegados a la vida y sus placeres. Aunque nunca te lo dije me agradeció mucho aquello y me ofreció su casa cuando la necesitara y me regaló algo muy valioso, algo que no conocen los escitas: me mostró la magia de dejar las palabras por siempre para no ser olvidadas… es un secreto que guardo… Ese griego me dijo “Si alguna vez lo necesitares vete a mi tierra y recibiras cobijo y si te decidieras a contarme cómo vive tu pueblo esto quedará para siempre escrito y tus reyes durarán más que en las tumbas…”
Hoy sé que, efectivamente, las palabras son más valiosas que el oro.
Soy casta de reyes e iba a morir para acompañarte…¿cómo puedo cambiar esto?… ¿me seguirián algunos si me rebelo al destino?… Sírveme otra copa, Heredoto, y te sigo contando para regocijo de tus oidos y material para tu caña de escribir.

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