a Leonardo Eiriz
Imagínate todo tu mundo, tu casa, tu barrio, país, tu planeta un amplio patio hasta donde alcanza tu vista limitado por paredes de vidrio en donde se refleja tu imagen fundida con objetos más allá de tu alcance.
Imagina tu casa en medio de este lugar sin puertas ni ventanas: una roca con agujeros para entrar y salir.
Como puedes volar amplias tus opciones de traslación, conoces de memoria cada rincón de tu mundo, ya un rincón: un par de plantas -una es artificial- piedras abajo, todas del mismo tamaño y peso y la luz, viniendo de arriba, se enciende o apaga a capricho ajeno sin respeto por los ciclos naturales.
La comida llueve, siempre la misma, dos veces al día y debes apresurarte a atrapar lo que puedas con la boca en competencia con tus compañeros de vida algunos ni siquiera de tu misma especie…
No sólo tienes que tener agallas para imaginar todo este tedio, tienes que tener aletas, escamas y ojos redondos siempre abiertos por falta de párpados, siempre húmedos porque estás envuelto en agua, siempre alertas porque puedes ser devorado al menor descuido; imagínate todo esto y entonces ya serás un bonito pez de acuario doméstico.
La comida llueve, siempre la misma, dos veces al día y debes apresurarte a atrapar lo que puedas con la boca en competencia con tus compañeros de vida algunos ni siquiera de tu misma especie…
No sólo tienes que tener agallas para imaginar todo este tedio, tienes que tener aletas, escamas y ojos redondos siempre abiertos por falta de párpados, siempre húmedos porque estás envuelto en agua, siempre alertas porque puedes ser devorado al menor descuido; imagínate todo esto y entonces ya serás un bonito pez de acuario doméstico.