El primer texto de este blog se publicó el 19 de enero de 2008.

viernes, 22 de agosto de 2008


La Niña, la Pinta y la Santa María.

Se conocieron en el primer año del "pre" y desde entonces los tres fueron inseparables; de haber sido tres muchachos como otros cualquiera podrian haberlos bautizado como los tres mosqueteros pues de verdad siempre defendian la misma causa y su lealtad era digna de los legendarios espadachines; pero su causa común era presisamente la poca masculinidad de sus ademanes y conductas derivados del fracaso de más de un endocrinólogo, psicólogo o celo paterno; alli estaban “las tres”, florecientes, en medio de cada aula por donde pasaron del “Gonzalo Benitez”, el pre del pueblo; porque además sus extrovertidos caracteres los hacian ser centro y a pesar de la inminencia de una discriminación sobrevivieron a esta etapa para tomar rumbo a la universidad más adelante.
Ya para el último año de este preuniversitario estos tres personajes eran percibidos no sólo en el centro de estudios sino en todo aquel pueblito como un ente indivisible, especialmente en el parque del centro donde deambulaban no dando vueltas de la parte de afuera de izquerda a derecha con los muchachos o de derecha a izquerda de la parte de adentro como los muchachas sino sentados en un banco, a la vera de ambos paseos gesticulando y parloteando y coqueteando a su manera.
Las maneras de conducirse de cada uno les hizo ganar sus apodos hoy evocados cuando estudiaba historia de América... si, ellos habian sido bautizados como “la Niña, La Pinta y La Santa María’ y se presentaban con esos sobrenombres adonde quiera que llegaran; “La niña” era, por supuesto, la menor en edad, su rostro muy juvenil y su corte de pelo "medieval" acentuaban ese rostro infantil femenino; la Pinta y La Santa María tenian personalidades antagónicas; La Pinta hacia alardes de mariconeria y se ganó el alargamiento de su nombrete como La pájara Pinta la Santa María era todo recatado y de paso estaba lleno de frases como “Jesús, Maria y José” o “Santa María Puirísima” para expresar el susto o la admiración acompañado del presignarse; todo esto se complementaba armónicamente.
De tanto nombralos como aquellas memorables embarcaciones ellos, también con su audaz rumbo pero a veces a la deriva, habian asumido papeles relacionados con tales nombres: la Pinta se maquillaba, La Niña fue incorporando un carácter cándido y juguetón y la Santa María se tornaba maternal.
En esas circunstancias llegaron las tres a La Habana donde aspiraban a ser unas de tantas en pleno Coppelia cansado de su vida pública de pueblo chiquito; se las arreglaron para en unos meses haber dejado las casas de sus tias y estar las tres en un apartamentico del Vedado; lo decoraron esquisitamente con la supervisión general de la Pinta como estudiante de Diseño interior que era; La Niña muy pronto abandonó los estudios de enfermería por el oficio de peluquero y La Santa María aspiraba a hacer estudios religiosos más ni siquiera llegó a graduarse de filología, carrera adonde se matriculó a última hora, pues dada la escacez de estudiantes en la especialidad escogida (letras clásicas) esta fue suspendida... se dedicó entonces a las tareas de la casa mientas ayudaba a La Pinta en su decoración interior y a la Niña con los oficios de peluquería ya conocidos en unas cuantas cuadras a la redonda.
Les perdí el rastro a este trio hace algún tiempo, disfruté de algunas tardes de té con amigos comunes en aquél apartamento donde conocí sus historias y a veces me imagino que como muchos compatriotas pueden haber “cruzado el charco” y estar en cualquier parte… ¿seguirán tan unidos como siempre?; ¿habrán continuado sus oficios o carreras allende los mares? Ni idea, ni siquiera sé sus nombres reales, sólo sé que nunca podré evitar recordarlos cuando escucho estos tres nombres indivisibles en la historia; asi es de fértil la imaginación popular de mi gente que crea nombres, inventa cuentos y hasta personajes…
agosto 13 MMII