El fin de semana, último antes de mi cumpleaños, lei « Viajes por el Scriptorium » de Paul Auster lo cual lo suma a mis lecturas en mis primeros cuarenta años de lector (teniendo en cuenta que este oficio lo habré comenzado aproximadamente en segundo grado de enseñanza, con siete años, cuando las cartillas de aprendizaje de lectura se sustituyen por libros con historias de algún valor literario); no leo muy rápido, simplemente dispuse de mucho tiempo al igual que el Mr. Blank de esta historia, encerrado en una habitación y con una butaca rodante para ir de un lado a otro en mi caso del caballete a la computadora... esta última, sobre mi « scriptorium », mesa plegable de material sintético y metal, sustituye las fotos y papeles donde Mr. Blank iba descubriendo su pasado olvidado... sobre el caballete una pieza inconclusa: un lienzo con algunas líneas y empastes de acrílico, ventana tan trabajosa de abrir como aquella que Auster puso en la habitación de Mr. Blank para desesperarlo en el intento de ver el exterior como me desepero en lograr un interticio de luz en esta tela.
A diferencia de Mr. Blank no recibo visitas misteriosas (en eso le envidio), ni soy acosado por espectros ni por una culpabilidad inexplicable pero si comparto con ese personaje la renuencia a abrir ese picaporte al espacio exterior, quizás ambos tememos enfrentar nuestras realidades.
domingo, 3 de agosto de 2008
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